1.1 EL ORIGEN DE LA VIDA: LA MATERIA ORGÁNICA COMO RESULTADO DE CAMBIOS EN LA MATERIA INORGÁNICA

En la naturaleza viva, el desarrollo se manifiesta como una regular complicación de funciones de las especies, orientada a una mejor adaptación de los organismos a las condiciones de existencia y a su reflejo multiforme y diferenciado del mundo circundante. Así, en el mundo animal estarán en la etapa más alta de desarrollo las especies que posean el sistema nervioso más perfecto y sean capaces de reflejar de forma múltiple y diferenciada los diversos estímulos exteriores, es decir, aquellas que se han adaptado mejor a las condiciones de su existencia. El desarrollo en el mundo animal va unido al perfeccionamiento de la capacidad de reflejar. La propiedad de reflejar, propia de toda materia, parece dar origen a la vida, a la excitabilidad y, con la aparición de organismos dotados de sistema nervioso, a la capacidad de sensación. El producto superior del desarrollo de la materia es el cerebro humano, es capaz de reflejar ampliamente la realidad, tanto en imágenes sensibles como en conceptos abstractos.


En la naturaleza inorgánica, las formas del desarrollo y los criterios por los que hemos de regirnos son completamente distintos. El concepto de progreso, en primer lugar, tan evidente en la sociedad en incluso en la naturaleza viva, se hace en este caso sumamente impreciso. Observando las diversas transformaciones de la materia –la conversión de una materia difusa en estrellas, y viceversa, la transformación de unas partículas elementales en otras, etc.-, resulta difícil precisar cuál de estas formas es más progresiva. En general, el concepto de progresivo no es aplicable a la inmensa mayoría de las transformaciones que se operan en la naturaleza inorgánica. Únicamente tendrá validez con referencia a formas de desarrollo del mundo inorgánico relacionadas con el paso de lo inanimado a lo vivo, es decir, a la aparición de la vida. Por lo que se refiere al propio hecho del desarrollo de la materia inorgánica, está fuera de toda duda. Sería imposible la aparición y el desarrollo del servicio si no existiese en la misma base de la materia la tendencia inextinguible al autodesarrollo, a la formación espontánea de formas materiales y movimiento más y más complejos. Esa tendencia es inherente tanto a las micro partículas como a los cuerpos microscópicos. Lo que interesa es dilucidar en qué formas se manifiesta.

La naturaleza es eterna en el tiempo, y por ello cada objeto material es el resultado de una infinita modificación anterior de la materia; al mismo tiempo, es el punto de partida para la sucesiva modificación ilimitada.  El grado de complejidad se deriva de la relación genética de los cuerpos. Así, los cuerpos macroscópicos serán  más complejos que las micropartículas, ya que contienen las formas modificadas del movimiento de aquéllas y poseen, además, propiedades que no tiene cada partícula por separado. Comparando los objetos por sus elementos componentes homogéneos o por sus propiedades similares, podremos determinar el grado de complejidad de casi todos los cuerpos conocidos. Constituyen una excepción tan sólo las partículas elementales y los campos, ya que desconocemos sus estructuras y los objetos materiales que les anteceden en el desarrollo histórico de la materia. En este caso cabe suponer, únicamente, el grado de complejidad, que, según señalábamos antes, está posiblemente relacionada          con la magnitud de la propia energía de las partículas.

En el mundo accesible a las mediciones modernas se conocen las dos formas más simples y más complejas de la materia: la primera la tenemos en las partículas elementales y los campos; la segunda, en el cerebro humano, que es producto de un largo desarrollo histórico. Tomemos las partículas elementales como “punto cero” de partida en la supuesta escala de desarrollo de la materia, y el cerebro como el producto final de ese desarrollo. En ese caso, las diferentes combinaciones de la materia se distribuirán en forma de una larga escalera genética. En sus peldaños más altos se hallarán los objetos materiales que posean numerosos y variados enlaces e interacciones y que, en virtud de ellos, se caracterizan por formas complejas de movimiento. El desarrollo se verificaría por el paso de partículas elementales a átomos, luego a moléculas de diversa complejidad, cuerpos macroscópicos y sustancia viva. Por consiguiente, el desarrollo se manifiesta como complicación cada vez mayor de los enlaces e interacciones de las partículas, así como las formas de materia a que ello da lugar. En este proceso, los cambios cuantitativos y cualitativos constituyen una unidad orgánica.

Así, pues, en su conjunto, el desarrollo de la materia inorgánica ofrece una complejidad cada vez mayor de enlaces y formas de movimiento de los correspondientes objetos materiales; es en el propio  proceso de complejidad creciente de enlaces y formas de movimiento donde vemos el criterio objetivo más general para juzgar acerca del desarrollo de la materia inorgánica.
 
La propiedad más importante de los objetos materiales es la tendencia a la complejidad, cuyas raíces se pierden en la inagotable estructura de la materia. Las partículas elementales, los átomos, las moléculas, los cristales, etc., son “nódulos” cualitativos que surgen en el proceso de su permanente    autodesarrollo. El Universo es infinito, y por ello la ausencia de esas formas de materia en una región no significa su ausencia en otras regiones.
 
Por lo que se refiere a los átomos y a las moléculas, su aparición histórica es indudable. En las profundidades estelares se producen reacciones de síntesis en las que el hidrógeno y el helio, en condiciones especiales, dan lugar a elementos pesados. Las moléculas más simples comienzan a formarse ya en las atmósferas estelares; debido a las bajas temperaturas de los planetas se producen reacciones de oxidación y se formas diversas combinaciones de carbono y oxígeno con otros elementos, llegando a originarse los cuerpos albuminoideos y la vida. Engels decía que la materia “llega a formas seres pensantes en virtud de su propia naturaleza, y por ello ocurre inevitablemente siempre cuando se dan las condiciones correspondientes (que no son obligatoriamente unas y las mismas en todas las partes)”.

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