La preparación biológica del hombre comienza a fines del terciario y llega hasta los comienzos del cuaternario. Los australopitecos, que vivían en ese período, eran animales que andaban de manera vertical al modo de la vida gregaria; empleaban útiles groseros y no trabajados. Probablemente conocían algunos medios rudimentarios para comunicarse entre ellos. En este estadio aún reinaban, únicas, las leyes de la biología.
El segundo estadio importante, que comprende una serie de grandes etapas, puede considerarse como el del paso al hombre. Va desde la aparición del pitencatropo hasta la época del hombre de Neanderthal, inclusive. En este período es cuando aparecen algunos útiles, así como formas embrionarias de trabajo y de sociedad. La evolución del hombre continúa sometida a las leyes biológicas, es decir, se manifiesta, como antes, por modificaciones anatómicas transmitidas de generación en generación bajo la acción de la herencia. Pero al mismo tiempo se advierten algunos elementos nuevos. Se trata de cambios en la estructura anatómica humana que afectan al cerebro, a los órganos de los sentidos, a las manos y a los órganos vocales. Estos cambios se producen, pues, bajo la creciente influencia del trabajo y de los intercambios verbales que aquellos engendran.
En resumen, el desarrollo biológico del hombre se cumple bajo la influencia del desarrollo de la producción. Pero la producción es, desde su comienzo, un proceso social que se desarrolla según sus propias leyes objetivas, que son leyes socio históricas. Por eso la biología se “inscribe” en la estructura anatómica del hombre cuando comienza la historia de la sociedad humana.
Así, convertido en sujeto del proceso social del trabajo, el hombre evolucionó bajo la influencia de dos tipos de leyes; en primer lugar, las leyes biológicas, en virtud de las cuales operó la adaptación de sus órganos a las condiciones y las exigencias de la producción; en segundo lugar, por intermedio de esas leyes iniciales, otras leyes —socio históricas—, que rigieron el desarrollo de la producción y los fenómenos engendrados por ésta.
Tercer estadio: en realidad, la formación del hombre pasó, además, por otro estadio —el tercero—, en el que el respectivo papel de las leyes biológicas y sociales sufrió una nueva modificación. Se trata de la aparición del hombre contemporáneo, el “horno sapiens”. Es el giro capital en la evolución humana, que se libera de modo definitivo de su dependencia frente a los cambios biológicos, necesariamente lentos, hereditariamente transmitidos. En adelante, la evolución queda sometida, en forma exclusiva, a las leyes socio históricas. De aquel lado de la frontera, es decir, en el hombre en formación, la actividad de trabajo estaba íntimamente ligada a la evolución morfológica. De este lado de la frontera, en el hombre contemporáneo, “completamente formado”, la actividad de trabajo se efectúa independientemente de la evolución morfológica.
Ello significa que el hombre definitivamente formado ya posee todas las propiedades biológicas necesarias para que su desarrollo socio histórico posterior sea ilimitado. En otros términos, el hombre ya no necesita sufrir cambios biológicos hereditarios para adquirir una civilización cada vez más elevada. De acuerdo con la expresión de A. Vandel, “la humanidad se ha liberado del despotismo de la herencia” y “puede desarrollarse a un ritmo que el mundo animal no conoce”. En efecto, durante los cuarenta o cincuenta mil años que nos separan de la aparición de los primeros representantes de la especie “homo sapiens”, la vida de los hombres ha sufrido, con un ritmo cada vez más acelerado, modificaciones sin precedente. Pero las particularidades biológicas de la especie no se han reformado, o, con más exactitud, las modificaciones no han traspuesto los límites de las variaciones reducidas, sin mayor importancia en las condiciones de la vida social.
Las modificaciones biológicas transmisibles por la herencia no determinan el desarrollo social e histórico del hombre y de la humanidad. Este se produce merced a fuerzas que no son la variación y la herencia biológicas.
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